Consideramos autoridad a la facultad, el derecho o el poder
de mandar o gobernar que tiene una persona sobre un colectivo.
La relación del alumno con el profesor, así como el tipo y
los métodos de enseñanza han ido variando a lo largo de los años:
En la Escuela tradicional el profesor se limitaba a enseñar
y el éxito escolar era gracias a él. No tenía ninguna relación con los alumnos
y había un orden estricto.
En la Escuela nueva la Educación parte del niño y sus
intereses y la relación del maestro con el alumno es muy significativa.
Actualmente, la autoridad en la Escuela recae
fundamentalmente sobre el director/a, la unidad técnico pedagógica, los
inspectores, el jefe de estudios, los docentes y la familia.
En el caso del docente, este es el responsable de controlar
el proceso de aprendizaje planificando, desarrollando y evaluando al alumno en
las asignaturas que le corresponda. Debe fomentar hábitos y valores en el niño,
mirar por los bienes de la escuela y responsabilizarse de ellos, así como
asistir y participar en los consejos técnicos, etc.
Es muy importante que exista un vínculo y una coordinación
clara entre la familia y la escuela, involucrando a los padres en actividades y
darles voz en la toma de decisiones. El maestro debe conocer los intereses y el
entorno familiar de los alumnos.
- Reflexión:
En las escuelas, la responsabilidad recae sobre diferentes
personas u organismos, pero aunque intervengan los inspectores, directores,
etc. La figura de autoridad directa es la del maestro o la maestra.
Con el paso de los años esta figura y lo que representa ha
ido cambiando. Actualmente, el maestro tiene un alto nivel de comunicación con
sus alumnos y alumnas, y esto, en algunos círculos sociales, sobre todo hasta
hace unos años, era considerado una pérdida de autoridad. Se pensaba que al
tener una relación más cercana con los alumnos estos podían perder “respeto”
hacia sus profesores. Sin embargo, esto esta consideración no tiene en cuenta
que esta cercanía puede mejorar la confianza y el respeto, puesto que motiva a
los niños y niñas a confiar en sus maestros y esto hace que se pueda tener una
atención más individualizada hacia cada uno de ellos. Pero, también es cierto
que los maestros y maestras deben saber establecer una serie de límites y no
olvidarse nunca del papel que desempeñan en el aula.
Actualmente, se tiende a culpar, o bien a las familias, o
bien a los maestros, cuando un niño o una niña tiene una conducta agresiva, o
inadecuada. Incluso, en algunos casos son los propios involucrados los que caen
en este error; las familias y la escuela “se tiran la pelota” de unos a otros,
la familia culpa a la escuela y la escuela a la familia.
Este es un error muy
recurrente, sin embargo, deberíamos meditarlo bien, puesto que no podemos
buscar un único culpable a estos tipos de situaciones. La familia y la escuela
deben trabajar de manera conjunta, conocerse, colaborar y así poder buscar
soluciones adecuadas a los problemas y ponerlas en práctica de forma positiva.
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